Desde Addis Abeba, capital de Etiopía sale una ruta hacia Debre Markos,
centro de la antigüa provincia de Goyan. Una ruta hermosa y placentera por las
altas planicies de Shoa hasta cortarse en las majestuosas Gargantas del Nilo
Azul: Un abrupto desfiladero hacia las
altas mesetas del Goyan. Una orografía indómita
y cuyo río con las crecidas anuales bloqueaban el paso, creando una
barrera natural que obstaculizaba hasta no hace mucho el paso entre ambas
provincias.
El autor intenta adentrarse en la gran riqueza cultural de una maraña de
pueblos, sudaneses i etíopes, que se extienden por la cuenca del río y sus
incontables afluentes, dando testimonio
de un mundo en el olvido. Llevando consigo las memorias que han legado
algunos de sus admirados grandes viajeros del siglo XIX, en que la exploración
de las tierras africanas alcanzó su culminación. Contó también con otras
figuras que en los siglos XVII y XVIII dejaron un valioso testimonio escrito de
las tierras atravesadas por el río.
Con la intención de indagar el presente de esos pueblos Javier
Gonzálbez pretende rescatar del olvido
ese universo que les rodea con el río como hilo conductor y su memoria que ha
permanecido olvidada bajo una losa del silencio y nutrirse de conocimientos que
podría dar a conocer. Por otra parte deseando irrumpir en el Nilo Azul y dar
testimonio de las vivencias de la diversidad humana que acoge el río. Unas
vivencias que le estremecieron, pero que le enriquecieron interiormente ya que
entraron a formar parte de él las esperanzas y desesperanzas de unos pueblos
que siempre estuvieron en la parte
perdedora.
Este libro pretende contribuir a un entendimiento de las tierras del Nilo
Azul, pero también mostrar que esas tierras africanas son un diminuto modelo de
cómo la hermosa, culta y variopinta África permanece culturalmente
subestimada. El dominante occidente,
llevado por inercias colonialistas, oculta bajo un prepotente caparazón de
menosprecio una profunda ignorancia
sobre los valores del continente africano. Siempre se aprende algo y quizás en el
transcurso de dicha enseñanza resulte esencial comprender que las diferencias
nos enriquecen. Podemos ataviarnos con rasgos identitarios de nuestra
cultura, pero ante todo, el hecho común del hombre: la identidad que se
consolida en sus tradiciones y cultura y que encuentra refugio en bellos
sentimientos, que llora y ríe por igual y aspira a una vida noble.
Autor: Javier Gonzálbez. Ed.
Altaïr.
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